domingo, 4 de enero de 2009

Valdenoceda, el Ebro y la Memoria





Ayer paseé con mi hijo por las orillas del Ebro con la silenciosa visión de la fábrica de sedas al fondo, y el vuelo circular de decenas de buitres sobre nuestras cabezas. A lo lejos la móvil niebla ocultaba ora si ora también las estribaciones de la Mazorra. Remataba esta, un cuadro extremadamente gris pero indudablemente real. Estoy seguro que este contexto nos producía a mí y a mi hijo de ocho años sensaciones diferentes.

Sin duda la respuesta estaba al lado mismo de nosotros. El rio con su paso silencioso y constante era capaz de transportarnos de Valdenoceda a Gandesa con solo mirarlo. Pero también esas verdosas aguas tenían la capacidad de sumirnos en el peligroso sendero del olvido que aunque profundo no busca sino la superficialidad de lo que nos rodea, la ignorancia.

Hemos sido obligados a renunciar en el tiempo a un derecho obvio. Un sistema democrático no puede valerse de tan pesadas mochilas para realizar un verdadero viaje hacia la felicidad. La libertad y la democracia verdadera deben de ir unidas a la sonrisa , a la carcajada más brutal.

El ensayo 30 años después se ha convertido en un fenomenal fracaso.

Pero volvamos al camino de barro. Al desfiladero de los Hocinos, jalonado de encinares y enebros, de escoberas y chopos con el Ebro como artífice de tan singular maravilla. Fue aquí en el ¨Puente del Aire¨ sobre el Ebro donde mi hijo me pregunto porque había realizado fotos a ese feo edificio desde distintas posiciones cuando ante nosotros se iniciaba este espectacular paisaje.

La pregunta la deseaba como se desea el aire. Necesitaba esa curiosidad inocente de mi hijo. Llena de felicidad, porque no.

Estoy convencido que hubo dos partes en el paseo. La de la orilla derecha del rio en la que aquello no era más que una incomprensible construcción vacia. Y el resto del paseo por la orilla izquierda, en la que aquella casa llena de ventanas se lleno de personajes sin rostro, de historia y paradójicamente de vida.

¿Por qué? Mi hijo se transformo en una ametralladora que escupía preguntas. Apenas escuchaba la contestación completa que intentaba darle cuando ya me interpelaba con otra. Sin duda había algo de fascinación en las respuestas que le alejaba de la cruda realidad sucedida.

Para mí el punto de vista de mi hijo tiene un valor incalculable porque aunque no deje de ser una visión infantil de un suceso histórico, nace de la verdad sucedida.

Madurarán concepto y persona uno como consecuencia del otro y seguro que perdurarán ambos gracias a la memoria y al conocimiento.

Las sensaciones que percibimos al comienzo del paseo como decía seguramente eran distintas para mi hijo y para mí. Sin embargo tengo la ilusión de que tanto mi hijo como yo, al finalizar este entrañable paseo, hayamos comprendido lo importante que es no olvidar jamás, para aprender.

Y para recordar todos los días este compromiso, recogimos de una encina nacida enfrente de la cárcel sendas bellotas para plantarlas y cuidarlas. Cuidarlas como debemos de cuidar la memoria.


En homenaje a tod@s l@s represaliad@s por el fascismo.


Mi hijo y yo.


Amor y Fuerza.